miércoles, 11 de marzo de 2009

Gracias... donde quiera que estés...



Gracias Einar, donde quiera que estés…

No sé porqué insisto en negar que en mi infancia tuve una buena época en donde realmente fui un tanto tímida, creo que la razón de mi negación es que nunca me gustó serlo. Luché para salir de esa condición, aunque en realidad, con quien me recuerdo un poco tímida, es con los niños que eran de mi edad. Siempre he sido reservada, pero nunca seria. Tiendo a hacer amigos con mucha facilidad, pero la mayoría en el sentido formal. Situación que no me agrada mucho, la verdad, inconscientemente termino así, creo que ya está en mí, y finalmente terminé por aceptarlo.

¿A que viene esto? Hace días vi a un muchacho, quien me recordó mucho a un amigo, aunque amigo, no sé si sea la palabra adecuada para nombrarlo. Era un compañero de clases, cuando yo estaba en secundaria. Recuerdo que era muy guapo, simpático con las demás niñas, y además lo recuerdo inteligente, aunque un poco destrampado. Era tremendo, ponía en revolución a todo el salón en un instante. Recuerdo todos los malos ratos que me hizo pasar durante esos tres años en la escuela, fue mi verdadero calvario. No sé, quiero suponer que abusó de mi condición de niña seria. Siempre encontraba motivos para burlarse de mí, siempre tratando de hacerme enojar, y lo conseguía.

Era él y tres compañeros más, quienes sólo por seguirle la corriente, me molestaban por igual, pero sólo cuando él se los pedía. Siempre estaban fastidiando y se sentaban cerca de mi. No se quedaba tranquilo hasta que me hacía enfadar, y era cuando finalmente se cambiaba de lugar. Hasta que un día, pasándose de "simpático", realmente me hizo encolerizar, me sacó de mis casillas, y fui a la dirección de la escuela a reportarlo, pues al otro día, ¡Dios Mío… fue peor!... A partir de entonces, se paraba enfrente de mí, y me hacía un saludo militar, y me decía -¡Sí, “Jefa”!-, y por supuesto que mis otros tres compañeros, de su pandilla, también. Les dijo, -Salúdenla, porque es la “Jefa”, me ha reportado a la dirección-, y a partir de entonces me llamó así, por los tres largos años… fue un verdadero tormento…

En los tres años, hubo una sola ocasión en que tuvo un detalle lindo conmigo. Cuando teníamos exámenes, esperaba a ver donde me iba a sentar, y una vez que yo me acomodaba en mi silla, les decía a mis compañeros, sus amigos, que se sentaran alrededor mío para copiarme; situación que me ponía un tanto incómoda y de nervios, ya que el maestro era muy estricto y sabía que si los llegaba a descubrir, terminaría por quitarme el examen a mí también. Pero no valía en nada que yo me molestara, igual se sentaban cerca de mi. Claro que siempre cuidé de que no me copiaran nada, creo que más bien fue por hacerles el daño. Pues bien, falté un día a la escuela, y al día siguiente, en cuanto me senté, corrieron a sentarse muy apurados a mi alrededor, y me pregunta – ¿Estudiaste “Jefa”?- ¿Porqué?- le cuestioné, -Hoy tenemos examen- me contestó, y muy preocupada le digo –No sabía… no estudié…- y lo que hizo inmediatamente, fue decirle a los compañeros – Vámonos de aquí, la “Jefa” no estudió- y acto seguido se cambiaron todos de lugar y se sentaron lo más lejos posible. La verdad, si me quedé muy triste y preocupada porque no había estudiado. Me dejaron sola… En eso llega el maestro, y él se levantó muy apurado y se sentó enfrente de mí, la verdad que yo estaba ahí, sin hacer nada, creo que esperaba algún milagro... no había estudiado y mi cabeza estaba completamente en blanco. De repente, veo que me pasa su examen, totalmente contestado, no lo podía creer… “mi enemigo”, ayudándome… me dio terror tomarlo, pero él insistió, tuve que hacerlo, porque movía la hoja del examen para que yo la tomara, no me quedó más remedio… el maestro podía verlo…

Lo copié… (espero que nunca lea esto mi maestro), y en cuanto se lo regresé, lo entregó y salió en silencio del salón, yo estaba todavía ahí sin poder creerlo… Claro que me saqué 100, los dos lo hicimos. Es un gesto que no he podido olvidar… aún y cuando ha pasado tanto tiempo. Terminado el examen, el siguió siendo el mismo tonto conmigo, no recuerdo haberle agradecido el detalle, nunca me dio la oportunidad, aunque la verdad, ya no lo veía igual. Terminamos secundaria y no lo volví a ver, hasta ahora, no sé que habrá sido de su vida, la verdad si me siento un poco intrigada, pero quien sabe... quizá un día, un gato comerá sandía…

PD: Quiero hacer una importante aclaración... no es que me sienta orgullosa por haber copiado el examen en esa ocasión, copiar nunca ha sido mi estilo, y disto mucho de fomentar ese hábito... fue la sorpresa del momento, lo que marcó para mí ese instante, es lo que quise compartir con éste escrito...