domingo, 20 de septiembre de 2009

Porque nunca dejamos de ser niños...


Hace semanas, mi querido amigo Pablo Esteban Vargas Ríos, de Alajuela, Costa Rica, quien tiene un interesantísimo blog titulado Rincón de un escritor… , y con quien he iniciado una hermosa amistad, además de que es alguien con quien comparto el gusto por las letras y los relatos… me ha invitado a una dinámica por demás interesante… Me disculpo con él porque no me había dado el tiempo, ni la oportunidad de escribir acerca de lo que, en este ejercicio, me solicita.

Alguna vez le comenté a otro amigo que no necesariamente lo que exponemos en nuestros escritos, es lo único que hay… por mi parte, es sólo una pequeña parte de algunas de las experiencias que me ha tocado vivir… y comparto sólo un pedacito de ellas, las que considero de algún modo importante… al menos para mí.

Me pide Pablo Esteban que hable un poco de mi niñez… como ya lo he comentado anteriormente, mi infancia me evoca recuerdos hermosos, pero a la vez, otros un tanto tristes… el recuerdo de mis seres queridos que fueron parte importante de mi vida, de mi formación como persona…

Empezaré contando lo que mi mamá cuenta de cuando yo era pequeñita… cuando tenía alrededor de dos ó tres años… me cuenta que siempre fui una niña callada, que desde que empecé a caminar siempre buscaba hacer las cosas más extrañas… que de repente me perdía en la casa, y me encontraba en un rincón, con mi cara hacia la pared, totalmente absorta sentada en el suelo con una camisa de mi papá entre mis manos, la cual abrochaba y desabrochaba sus botones desde arriba hacia abajo, y que ahí podía quedarme horas, pensativa...


Recuerdo que cuando muy niña, cuando más grandecita me tocó jugar con mis hermanas, que en ese tiempo éramos cuatro conmigo… recuerdo claramente que era a mí a quien le pedían que les hiciera los vestidos de sus muñecas… lo hacía encantada de la vida… muchas veces me perdí de jugar con ellas porque estaba yo entretenida en mi recámara, arriba de mi cama, cortando telas de diferentes colores y cosiendo a mano los vestidos que habrían de cubrir sus muñecas… creo que desde entonces ya tenía el gusto por la costura… era su "costurera oficial" también me encantaba hacer títeres, recuerdo las maravillas que podía hacer con un calcetín viejo… pero sobretodo jugar con mis queridos monos… cuando los terminaba, los ponía en mi mano derecha y me escondía detrás de un largo sillón en la sala, y empezaba la función… recuerdo que muchas veces no terminaba de contar mis chistes, porque me ganaba la risa… era más lo que reía mi ridículo mono, que Arnulfo (mi padrastro) mi único espectador…


En las tardes, pasaban una hermosa caricatura de una buena y dulce niña, noble, entusiasta, y amada por muchos de sus amigos… recuerdo que era más bien como una novela romántica pero contada por medio de dibujos animados… los más tiernos que había visto en mi vida… Candy… como olvidarla… creo que terminó siendo la caricatura clásica para las niñas de mi generación…

Recuerdo también que había otros programas que disfrutaba mucho ver, El Chavo del Ocho, Siempre en Domingo y mi telenovela favorita que duró como tres o cuatro años en la pantalla chica… Mundo de Juguete… y eso que casi no nos permitían ver mucha televisión...

Claro que me tocó jugar en el barrio de mi abuelita, en donde viví algunos años, con todos los niños vecinos y de los alrededores… jugábamos en la calle hasta que oscurecía… al bote robado, a la roña, a los encantados, a la rueda de San Miguel, entre otros juegos que los recuerdo, pero no el nombre… lo que sí recuerdo es que nos divertíamos mucho, a la vez que hacíamos nuevos amigos…

Me siento agradecida con Dios y con mi maravillosa madre, porque se encargó de darnos, a mis hermanas y a mí, todo el cariño, apoyo y dirección que necesitábamos, puedo decir, sin ánimos de vanagloriarme… que tuve la infancia más hermosa que jamás pude haber deseado… es una etapa que la viví con mucha ilusión y llena de amor… desde entonces siento que he sido bendecida...