miércoles, 6 de mayo de 2009

Antares... Cuarto Capítulo


Antares


Cuarto Capítulo


El aroma mezclado de los jazmines y geranios que estaban ubicados tan delicadamente en el perfecto jardín de la entrada de aquel bello restaurant, fue la mejor bienvenida que pudieran darle a cuatro personas en busca de un momento de grata convivencia. El lugar era elegante, con amplios salones y muy bien atendido por el servicio de capitán y meseros, quienes con prontitud y destreza sirvieron a los comensales, ofreciendo su carta de vinos y entremeses, que entre la amistosa conversación, tuvieron la oportunidad de degustar las delicias de la alta cocina que ofrecía.

Recordaron la bella Madrid, la cual hacía meses Don Fernando había recorrido, no sólo España, sino gran parte de los países europeos, en ese viaje que de varios meses realizara después de la sentida y repentina muerte de Doña Leticia, su amada esposa, buscando salir de la grave depresión que le causara su súbito deceso. Encontró un poco de paz y sosiego, a la vez que se dio la oportunidad de convivir un poco más con su única hija, Cynthia, quien estudiara una Licenciatura en Administración Hotelera en España, lugar que le gustó para quedarse; venía poco a México, por lo que mantenía poco contacto con su padre. Fue en la universidad que conoció a Marga, hija de Don Ricardo Belmonte e hiciera amistad con su familia.

La Familia Belmonte tenía un cariño especial por Cynthia, mujer hermosa, joven e inteligente, quien dirigía un Hostal en el centro de Madrid. Pero el ser hija única y haber sido criada con toda la condescendencia y consentimientos excesivos que le daban sus padres, quienes la adoraban, fueron moldeando en ella un carácter arrogante y caprichoso. Vivía Cynthia una vida llena de libertad y sin compromisos, disfrutaba al máximo su profesión y dedicaba mucho tiempo a sus amistades en la mejor zona de Madrid.

Pasaron rápidamente las horas entre la grata conversación y el excelente vino que estuvieron degustando los cuatro peregrinos. Estuvo Anita encantada escuchando hablar de España, la cual no conocía, lo consideraba un país mágico, de un encanto especial, pero durante la comida, estuvo un poco distraída y sacándole de sus pensamientos le dijo Enrique –Anita, tienes que ir pronto a Madrid, estoy seguro que te va a gustar, sería un placer ser tu anfitrión y guía.- tomándola por sorpresa, - Estaría encantada Enrique, gracias, tal vez, algún día- le contestó sonriendo pero todavía pensativa.

Aún y cuando estaba Anita disfrutando de la compañía, no dejaba de pensar en su amigo Francisco, necesitaba saber porqué había tomado la decisión de dejar su puesto en la compañía, sabía, intuía que algo no estaba bien, tenía que llamarle. Aprovechó una pausa y pidió permiso de alejarse para hacer una llamada, salió a los jardines del restaurant y le llamó a su amigo, -Si, ¿Francisco?, ¿Cómo estás? Soy Anita, necesito hablar contigo, ¿Estás bien? ¿Qué ha pasado contigo? Me enteré de la decisión que tomaste al dejar la dirección del departamento en la compañía… ¿Pasa algo que no me hayas dicho? ¿Tiene que ver con Gabriela y tus hijos?, sabes Francisco que siempre has contado conmigo, te vengo notando extraño en las últimas semanas… dime si puedo ayudarte en algo…- la voz de Anita enmarcaba una sincera preocupación, -Anita, sabía que llamarías, y se perfectamente que cuento contigo, como siempre lo he hecho, sí estoy derrumbado con lo que pasó con Gabriela, el que no me permite ver a mis hijos, pero ese no es el problema que me hiciera tomar esta decisión, tienes razón Anita, nunca te equivocas, es algo más serio, pero no quiero preocuparte con mis problemas, bastante has hecho, necesito salir del país y arreglar otro tipo de problemas, lo único que te pido es que confíes en mi y que estés pendiente de mis hijos, estaré en contacto contigo, yo me comunico, no me busques, es mejor que nadie sepa de mi paradero. Me dijo mi tío que te había asignado la dirección del departamento, eso me deja tranquilo, estoy consciente de que fuiste tú quien lo estuvo dirigiendo desde hace tiempo, gracias por tu apoyo.- contestó Francisco con una voz agitada y nerviosa – Francisco, dime qué pasa, dime que todo está bien, ¿Puedo verte en persona para platicar?- le interrogó Anita, sintiendo en su corazón una impaciencia al escucharlo. – No, Anita, así es mejor, de hecho ya voy camino al aeropuerto, ya no hay tiempo, pero quédate tranquila que yo me comunico contigo en unos días, cuídate por favor y cuida a mis hijos-, le dijo Francisco con una voz turbada y melancólica. –Cuídate Francisco, no te preocupes que estaré pendiente de tus hijos, pero prométeme que pronto te pondrás en contacto conmigo… te mando un beso y mis bendiciones- contestó tristemente Anita, sintiéndose impotente al no poder ayudar a su amigo, - Así lo haré Anita, hasta pronto.- súbitamente se escuchó un zumbido en el auricular del teléfono como señal de que Francisco había colgado.

Se quedó Anita en el jardín un momento, pensativa, distraída y preocupada por su amigo. Desde la mesa estaba Enrique observándola, y decidió ir con ella -¿Está todo bien Anita? Te noto preocupada… avísame si puedo ayudarte en algo, por favor…- se ofreció amablemente a la vez que levantaba la cabeza de Anita con su mano de una manera muy tierna, mirándola fijamente a los ojos, esos ojos tan expresivos, los cuales eran completamente transparentes a los sentimientos, esa era una de sus debilidades, no sabía disimular, su mirada la delataba. –Estoy bien Enrique, gracias, es sólo que recibí una mala noticia de un amigo, pero estoy pidiendo para que todo esté bien pronto, vamos a la mesa, disculpa que me haya ausentado tanto tiempo, pero tenía que hacer esta llamada, era importante.- contestó Anita, -Si gustas, podemos caminar un poco por el jardín, ó sugiero que dejemos a los señores descansar, demos por concluida esta amena velada, recuerda que tienes todavía pendiente ser mi guía turística, a menos que te sientas cansada y quieras ir temprano a tu casa…- cuestionó tiernamente Enrique,-Claro que me gustaría llevarte a conocer la ciudad Enrique, y me caería muy bien caminar, regresemos a la mesa, tal vez los señores ya se quieren ir, tienes razón, se que el viaje ha sido cansado.- le dijo Anita, y entraron los dos al restaurant dirigiéndose a la mesa, y sugirió entonces Enrique seguir con la reunión por la mañana en la Finca Antares...