lunes, 20 de abril de 2009

Antares


Antares

Autora: Ruth L. Acosta

Primer Capítulo

En el reloj colgado en la pared principal de la recepción de la siempre callada oficina, marcaban las 9:45 de esa tibia mañana, de pronto se escuchan los intermitentes taconeos de las dos diestras asistentes que al ir y venir de la cafetería a la sala de juntas, iban dejando a su paso, las cuales preparaban todo lo necesario para las visitas que el director general de la empresa, Don Fernando Vega, recibiría de los altos ejecutivos de una importante firma, a las 10 de la mañana en punto. Estaba todo casi listo, el aromático café, el elegante juego de té de porcelana, el cual usaban con visitas especiales, la cristalería finamente acomodada, las exquisitas galletas y diferentes aperitivos que parecía que tenían dos razones esa mañana, agradar el paladar de los visitantes, así como recrear la vista con tan delicados y finos canapés… Estaban también colocados con toda prontitud y destreza, todos los implementos, manuscritos y materiales que pudieran necesitar para la presentación, el cañón conectado al ordenador, las diapositivas ya revisadas, el sistema de videoconferencias ya instalado, por si requerían hacer alguna llamada, en fin, todo debidamente puesto, preparado y sobre todo atentas a cualquier contingencia que pudiera presentarse.

Anita era la seria, la reservada, la que tenía ya años como asistente general de Don Fernando, Inés la alegre novata, quien siempre tenía un chiste por contar, era quien alegraba esos días de voraz rutina en el departamento de la dirección general, donde ambas estaban siempre atareadas entre sus múltiples ocupaciones que el puesto les heredaba… Anita reconoció rápidamente el esfuerzo y la ayuda que Inés le daba, quien se había convertido en la perfecta compañera, quien además había roto de pronto la soledad que a veces imperaba, más en un lunes del mes de febrero, a las 10 de la mañana. Las dos formaban un perfecto equilibrio entre madurez, trabajo y compañerismo. Anita hizo las últimas llamadas de la mañana para asegurarse que todo estuviera en perfecto orden. Sabía que Don Fernando pudiera necesitar de su presencia una vez que llegaran sus visitas, tenía que estar pendiente de que todo marchara según lo planeado. Anita se sentía un poco intranquila, sabía que de esa reunión dependían muchas cosas importantes en la empresa, nada podía salir mal. Confiaba en que la propuesta de Don Fernando era interesante para los accionistas de la otra importante firma, estaba segura que los convencería y que su propuesta sería la más provechosa en términos financieros. No podía evitar Anita sentirse tan abrumada, ya que sabía que de esa visita dependían tantos empleos, de cientos de compañeros que le tenían a Don Fernando y a Anita un cariño especial… sabía que confiaban en ellos, las decisiones financieras tomadas con anterioridad por Don Fernando, siempre eran tan determinantes para lograr el desarrollo financiero de Consorcio Antares, que ahora no podía ser de otro modo.

Llegó Don Fernando arreglándose todavía la corbata, Anita lo vio entrar y le pidió el portafolio, lo dejó en su oficina. Don Fernando entró a la sala de juntas y observó con beneplácito que todo estaba en perfecto orden, llamó a Anita y le dijo –Gracias, se que todo está listo, no necesito preguntar, gracias por tu ayuda y todo el apoyo que me has dado en estos 10 años, sin ti, otra cosa hubiera sido, suceda lo que suceda hoy, no tienes de que preocuparte, tu futuro está asegurado con un fideicomiso que he creado para ti, eres gran parte del éxito de esta compañía y eso no lo puedo dejar de reconocer, sería muy injusto- a lo que Anita le respondió –Don Fernando, agradezco sus palabras y no se preocupe, la propuesta que tiene para el Grupo Escarlata es muy prometedora, entre ahí, en esa sala de juntas sintiéndose vencedor, como lo ha hecho siempre, sé que las condiciones son difíciles y muy diferentes a los años anteriores, pero Dios es tan grande y sabe de la necesidad de un buen contrato de negocio, el cual evite el despido de tantos empleados, que más que empleados, son como nuestra familia. Confío en su capacidad de hacer un buen negocio, ellos también confían, que le han llamado varios para desearle un buen día. ¡Ánimo! Don Fernando, le prometo que todo va a salir bien-. Interrumpió Inés con sus -¡Buenos Días, Don Fernando! Tiene una llamada del Lic. Mario Peña en la línea tres-. Salió Anita de la oficina dejando a Don Fernando tomar la llamada, con el corazón latiendo a mil por hora, no podía negarlo, estaba un poco preocupada, pero trataba de ocultar sus ansias procurando una sonrisa bien dibujada en su rostro.

-Anita- le dice Inés, interrumpiendo una oración interna en la que estaba, en donde ponía en las manos de Dios la junta de esa mañana, -Llegaron los Señores…- le dijo un tanto nerviosa-Gracias Inés, ahora los recibo, ¡Sonríe que todo va a estar bien!, avísale a Don Fernando-.

Así salió Anita al encuentro de tan distinguidos señores, los cuales venían del extranjero expresamente a hacer negocios con el prestigioso Consorcio Antares...